La totalidad de la vida se expresa y refleja en la unidad del ser humano. Al tiempo que la unidad inherente del ser humano es multidimensional, es contextualizada claramente en la integridad del cuerpo humano. Las separaciones que podemos hacer entre mente y cuerpo, entre impulso y razón, deseo e intención, son hechas en la mente. Las separaciones hechas históricamente entre materia y espíritu, también.
Unidad subyacente en la vida
Si el cuerpo humano, en su totalidad, no puede ser considerado y apreciado como un templo, yoga nos eludirá y será reemplazado por retorcidas mitologías basadas en la esperanza y el autoengaño. No hay fórmula más potente para la manipulación y la desesperación que el separar el cuerpo de la mente, poner lo físico contra lo espiritual. Dentro de la unidad de la vida, cuerpo y mente, materia y espíritu son las dos caras de la misma moneda, el indivisible continente y contenido del ser humano. La clave para la totalidad en vida, para ser humano plenamente, ha de ser encontrada en el cuerpo, en la integridad inherente que sustenta y determina cada uno de nuestros actos y experiencias.
El cuerpo humano no debiera subestimarse. No es sólo el fruto más refinado de miles de millones de años de evolución, sino la capa superficial por medio de la cual la unidad de ser humano se expresa a sí misma como una expresión particular de la unidad más profunda de vida.
Dentro de esta cubierta orgánica se dan y funcionan las sutilezas más profundas de ser humano. Intimidad (brahmacharya) sensible (ahimsa) honesta (satya) abierta (asteya) y generosa (aparigraha) en el cuerpo humano revelan su integridad, y en ella se aclaran las profundidades y sutilezas de ser humano, donde se encuentra la Unidad, sentida, vivida y disfrutada.